viernes, 25 de septiembre de 2009

Arsenal, otro que se rió de River

La crisis de identidad futbolística de River extendió su caída libre en Sarandí. Otra pálida actuación, otra decepción, otro papelón. Y si Arsenal se hubiese animado a más --dispuso de todas las facilidades para hacerlo--, el resultado hubiera sido más humillante.

No terminaban de acomodarse en el terreno cuando ya quedó al descubierto la tremenda desorientación de la defensa de River. Penetrar por los costados o por el medio asomaba como una fácil tentación para ser aprovechada por los inquietos y profundos Franco Jara y Alexander Medina.

Iban sólo 8 minutos y Cristian Alvarez, con un derechazo, convirtió el penal --Navarro alcanzó a tocar la pelota-- para el 1 a 0. La acción había nacido de una innecesaria falta de Maximiliano Coronel al uruguayo Medina. Y dos minutos después, un cúmulo de dudas y de equivocaciones --que hasta estuvieron al filo de causar un segundo penal-- de la defensa de River culminó con el remate al gol (anulado, en una decisión que originó polémica) de Medina. Ocho minutos más tarde, Matellán entró al área con absoluta libertad, mientras dudaban entre tomarlo o mirarlo, para meter un frentazo que salió cerca.

Hasta los 30 minutos, Arsenal controló el partido a voluntad. Alvarez subía por el andarivel derecho sin que nadie lo molestase; Medina y Jara amenazaban en el área. A las miserias defensivas de River se le agregaban la falta de ideas y de audacia como para generar chispazos de agresividad en el otro extremo de la cancha. Sin embargo, Arsenal pareció asustarse de su travesura --pese a que de local ya tenía el antecedente favorable de tres victorias en siete partidos oficiales de AFA ante River-- y se cohibió.

Así insinuaron crecer Ortega --que fue víctima de un penal no sancionado, por infracción de Matellán--, Buonanotte o el pibe Mauro Díaz. Fueron apenas amagues, lucecitas que no llegaron a dar brillo. Un par de tiros libres, uno despachado por el pie derecho de Ortega y otro por el botín izquierdo de Abelairas, quedaron atrapados por las manos de Campestrini.

En el segundo tiempo, Arsenal le cedió casi totalmente la iniciativa al equipo de Pipo Gorosito. Total, River nunca supo que hacer... Si bien no cometió tantas fallas abajo --excepto un cabezazo de Medina habilitado por un centro de Alvarez que salió afuera ante la pasividad de los marcadores--. porque bajó la producción ofensiva local. Tampoco consiguió elaborar peligro arriba. Ingresó Fabbiani y nada aportó. Arsenal estaba bien parado y no dejó resquicios. Y en el medio Pérez Castro seguía marcando identidad. Igualmente, River no se iluminó como para inventar algo interesante.

Así, entre pedidos de renuncia al técnico y bronca por un nuevo desencanto, terminó otra jornada negra para una camiseta rica en historia y en títulos, la más ganadora del fútbol argentino. Pero que vive un presente emparentado con los peores momentos de su vida.



Clarín

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